«Memorias de un amante»

No tengo remordimientos por escribir esto porque ella siempre tuvo el deseo de ser inmortalizada en alguno de mis libros.

 

Resulta imposible recordar mi primer ciclo de Computación en la universidad sin pensar al menos tres segundos en ella; una señorita de piel canela, ojos sonrientes, voz relajante, labios finos, pechos grandes y redondos, olor agradable y adictivo, y cabellos oscuros – como nuestra historia -, aunque con puntas doradas. Su nombre era E.V.L y fue mi compañera inseparable durante los dos meses que duró el curso, los cuales pasamos peleando, compartiendo golosinas durante los recesos, ayudándonos en los exámenes, haciéndonos falsas invitaciones, guardando secretos y sobre todo – en lo que a mí concierne – tomando su mano forzosamente para tratar de atar los cabos de mi fantasía amorosa a la ya realidad poco alentadora de ese entonces.

Pero como con toda historia, es fundamental empezar por el inicio, por lo que es menester remontarme a la segunda mitad del año 2015, tiempo en el que cursaba el segundo ciclo de mi carrera (Negocios Internacionales) y conocía a mis nuevos compañeros, quienes llegaron a mi salón gracias a la típica reducción de estudiantes que hay siempre tras el primer ciclo debido a que muchos comienzan a sentir que no han elegido la profesión correcta. Sí, E.V.L era parte de los nuevos del aula, pero su existencia pasaba desapercibida para mí hasta que un día cruzamos las miradas mientras yo bajaba por las escaleras de la biblioteca de la universidad junto a mis grandes amigas: Fabiola Martinez y la señora Yeni Rosales. Fue en esa precisa coincidencia que me perdí en los abismos de sus ojos y en las colinas de su pecho.

No, no anticipen que aquel cruce de miradas no marcó el comienzo de mi historia con ella. Las cosas no se dieron como las cursis películas de amor habidas y por haber. Lo que definió el principio fue el hecho de haberle enviado una solicitud de amistad a través de Facebook, la cual ella aceptó para que a los pocos días después – precisamente el 31 de octubre (¿Coincidencia? No lo creo) – me mande un mensaje preguntándome si la profesora del curso de Realidad Nacional había subido la nota del examen parcial. Ahí fue que todo empezó.

Yo me acuerdo que le dije que sí y esperaba que me dijera «Ok, gracias» para luego irse – puesto que la mayoría que me escribía para preguntarme de cualquier cosa relacionada a la universidad hacía eso -, pero ella continuó chateando conmigo y comencé a discernir que su objetivo era ganarse mi amistad. No obstante, cuando me confesó que le gustaba mi manera de exponer mis alarmas se encendieron, ya que nadie me había dicho eso antes. Empecé a dudar de sus intenciones mientras me dejaba envolver por la simpática conversación que estábamos teniendo.

Como me había hecho tremendo halago quise preparar mis tropas de una vez por todas para la conquista de su corazón con todo y el par de colinas que lo ocultaban – como dijo Carlos Alcántara, estaba en mi etapa de huevón, espero que puedan comprenderme -, pero antes le lancé una pregunta directamente a la yugular para estar seguro, pues varias veces la había visto llegar e irse de la universidad junto a un tipo más alto y más gordo que yo; una mezcla antinatural de intelectual (por sus lentes y peinado) con barrunto (por su estilo). Prácticamente un «Brayan» (para colmo de males el tipo se llamaba así): «¿Tienes enamorado?» E.V.L no dudó en responder con una negativa y en el acto decidí llevar a cabo mi plan de conquista ya que presentía que ella comenzaba a mostrar interés por mí.

Como nuestras largas pláticas durante el fin de semana permitieron que la confianza entre ambos se desarrolle rápidamente, le pedí que se sentara conmigo desde el lunes en todos los cursos y que saliéramos a todos los recesos juntos con la finalidad de conocernos más en persona – ya que obviamente no todo debía ser virtual -, pero ella contestó que no podía porque era tímida y no solía juntarse mucho con hombres. Aquella respuesta no era la que esperaba recibir y sinceramente me parecía propia de una chica de trece o catorce años, sin embargo, – como estaba en mi etapa de huevón y por ende ilusionado prematuramente con ella – la acepté y hasta el miércoles de esa semana nos comunicábamos con miradas y papelitos que intercambiábamos a escondidas de los profesores.

Mi mejor amiga, Fabiola Martinez, sospechaba que algo sucedía entre E.V.L y yo, puesto que nunca me había comunicado con notitas con nadie y tampoco solía mirar a la gente con brillo en los ojos – un claro defecto mío cuando comienzo a enamorarme de alguien -, así que tuve que contarle lo que estaba pasando y ella me felicitó por haber encontrado a una chica que por fin se muestre interesada por mí, aunque después me pidió que tuviera cuidado, que no me enamorara tan rápido porque le parecía extraño que E.V.L se pasara todo el rato – incluso cuando los profesores explicaban la clase – chateando con su teléfono celular. Me di cuenta que lo que decía Fabiola era cierto, pero cometí el error que siempre todos cometen cuando se ilusionan con alguien de una forma tan huevona: no escuchar las advertencias.

El miércoles mi conversación con E.V.L comenzó en la tarde, mucho más temprano de lo usual – puesto que mayormente chateábamos por las noches -. Platicábamos como siempre; la hacía reír, confesábamos nuestros gustos musicales, ella escribía de una forma que me hacía entender que su mira era estar conmigo – no lo digo con soberbia, las cosas como son -, y llegó a un punto que si me lo hubiera dicho ahora no me pondría tan nervioso como en aquel día. Me preguntó qué era lo que me gustaba de ella, a lo que respondí que me atraía su forma de ser, su dulzura, su voz relajante y su mirada – su perfume no porque todavía no habíamos estado frente a frente -. Esa no era la respuesta que ella esperaba leer, por lo que volvió a inquirir siendo un poco más clara: «¿Qué es lo que te gusta de mí pero en lo físico?» Fue entonces que me puse más nervioso, pero de todos modos contesté que me encantaban sus pechos grandes y redondos, y su derrière de un tamaño respetable. E.V.L reaccionó con un emoji de sorprendida e hizo otra pregunta: «¿Qué tanto los miras?» Recuerdo que me sonrojé y le escribí que no mucho, y que si lo hacía no era como lo haría un pervertido, sino como quien aprecia una obra de arte. E.V.L se rió – o al menos eso creo porque respondió con un «jajaja» – y bromeó diciendo que desde el jueves iría a la universidad con un cojín amarrado en el pecho y otro en la cintura para que yo no mirara más sus atributos físicos. Me reí.

Ya caída la noche y avanzada nuestra conversación, creí que era necesario asegurar mi posicionamiento en el corazón de E.V.L justificándome en el hecho de que habíamos desarrollado bastante la confianza mutua en tan poco tiempo (craso error). Entonces me salí del tema que estábamos platicando y le pregunté a secas si quería ser mi enamorada. Ella vio el mensaje casi de inmediato, pero demoró en responder. Cuando lo hizo me dijo que yo le gustaba mucho, mas no podía haber nada entre nosotros. Extrañado le pregunté el motivo y escribió – con una tardanza atípica al ritmo de nuestras conversaciones – que no podíamos ser enamorados porque habían problemas. Su respuesta en lugar de convencerme me dejaba aún más intrigado, por lo que le pedí que fuera específica al describirlos aunque estaba casi seguro de que leería algo como que sus padres no le permitían tener una relación o que prefería estar concentrada en sus estudios antes que caer en las garras de un hombre posesivo. Sin embargo, mis suposiciones estaban erradas desde el vamos porque lo que E.V.L respondió – luego de mucha demora – fue algo que detonó mi corazón como si hubieran introducido en él una bomba nuclear: «Tengo enamorado.»

E.V.L había mentido y de una forma descarada. Recuerdo que sentía el insoportable dolor de mi corazón siendo triturado cual automóvil viejo que es prensado para ir a parar a un cementerio de chatarra, al mismo tiempo que se formaba un fuerte nudo en mi garganta que bloqueaba mi voz y a la vez – de manera inexplicable – exprimía mis glándulas lacrimales como a un par de esponjas repletas de agua. Indignado le escribí por qué demonios no me había dicho eso al inicio cuando se lo pregunté, pero ella solo vio el mensaje y no respondió. Conteniendo el llanto lo más que podía – pues no quería que mis padres me vieran llorar – la llamé mentirosa varias veces mientras ella alegaba no serlo. E.V.L, aún sabiendo que lo que había hecho era irremediable, trataba de apaciguar las llamas de mi cólera y dolor escribiendo que yo le gustaba mucho y pidiéndome perdón, pero sus esfuerzos eran en vano. Lo que hacía era más o menos como querer apagar un incendio con un spray con agua.

Mi resistencia al llanto se hizo insostenible, por lo que resolví mandarla al diablo y encerrarme a oscuras en mi cuarto de estudio rápidamente para desencadenar la tormenta en mi interior. Lágrimas calientes se deslizaban copiosamente por mis mejillas. Eran fragmentos de un corazón roto que se precipitaban en la nada. Me costaba creer que algo que parecía tan real y destinado para mí haya sido solo una patraña, o lo peor: una burla, una de esas burlas como la de señalar un gran premio para un niño y luego decir que te equivocaste de nombre. Si bien es cierto que nadie se ilusiona con alguien tan rápido, así era yo y nada le daba derecho a esa estúpida de reírse de mis sentimientos. Sé que dirán que fácilmente me pude haber acontentado con ser su amante – como premio consuelo, ya que al fin y al cabo lo que quería era estar con ella -, pero lo cierto es que yo en ese tiempo era un chico más noble, no había explorado tanto mi lado lujurioso voraz y soñaba con encontrar a alguien con quien compartir momentos – como reírnos en el transporte público, ir al Parque del amor, tomarnos fotos en Starbucks o en algún otro restaurante, o tomarnos selfies juntos besándonos o con pulseritas en las muñecas como las putas parejas románticas de hoy hacen y publican en Instagram -, a quien dedicarle poemas de mi autoría y hacerle dibujos. Todos esos sueños los quería realizar con E.V.L, pero su mentira era grave y no podía pasarlo por alto.

Cuando la lluvia torrencial que inundaba mis mejillas parecía llegar a su fin – después de media hora aproximadamente -, decidí escribirles a mis mejores amigas; Fabiola y la señora Yeni, para contarles lo ocurrido y pedirles su apoyo. Como era de esperarse, ambas se indignaron por la mentira de E.V.L y no titubearon en agregarla a su lista negra. Me dijeron que ella no valía la pena, que era una sinvergüenza, que más adelante conocería a una buena chica y – sobre todo Fabiola – me recordó que por algo me decía que tuviera cuidado de ilusionarme con ella, ya que de seguro se la pasaba chateando con el enamorado por el teléfono celular todo el tiempo mientras yo le escribía notitas como pendejo.

Uno de los aspectos positivos de tener como amigas a Fabiola y a la señora Yeni era que podían hacer reír a uno a pesar de los momentos difíciles, y fue así justamente como me ayudaron a sobreponerme durante aquella noche triste en la que prometí alejarme completamente de E.V.L ¿Fin de la historia? No lo creo.

Durante una semana estuve tratando a E.V.L con el látigo de mi desprecio, el cual consistía en actuar como si ella no existiera; cero miradas y cero intercambio de notitas de mierda. Sin embargo, no me sentía contento con ese castigo. Consideraba que E.V.L debía pagar con dolor por lo que me había hecho, así que me dispuse a idear mi venganza en secreto aunque no fuese tan original ¿Quieren saber cuál fue? Lo leerán con lujo de detalles a continuación.

Para empezar debía reconciliarme con ella, así que esperé a que llegara el lunes para hacerlo. Justo ese día, en el curso de Redacción Universitaria, me había tocado exponer en grupo sobre uno de mis cuentos favoritos de Julio Ramón Ribeyro, me refiero a «Alienación». Pero fue exactamente en la parte final – ya hablando sobre el colofón – que se me ocurrió decir la parte de «Chola de mierda» mirando fijamente los ojos de E.V.L, quien no tardó mucho en darse cuenta que era un insulto indirecto para luego bajar la mirada avergonzada. Desde la salida hasta la tarde estuve quemándome las neuronas tratando de buscar la manera de iniciar una conversación con ella, ya que no podía escribirle de frente un «Hola» porque estaba claro que las probabilidades de que me dejara en visto y no respondiera eran altas, así que después de mucho pensar resolví por hacer lo siguiente: Abrí el WhatsApp, busqué su nombre en mi lista de contactos – porque en ese entonces ya contaba con su número telefónico -, el cual aparecía con una carita triste como estado – ya que en esos tiempos los estados de WhatsApp no eran como los de ahora -, y le escribí como si estuviera continuando una plática con un amigo y me hubiera equivocado de chat. Para mi fortuna se encontraba en línea justo en ese momento. Pasaron un par de minutos y E.V.L miró el mensaje.

Tal como lo esperaba, el mensaje fue respondido de inmediato, aunque E.V.L solo escribió un signo de interrogación dando a conocer que no entendía lo que le estaba hablando. Fingí unas disculpas por la «equivocación» y, haciendo uso de mi don de la persuasión – o mejor dicho «descubriendo» porque nunca lo había utilizado hasta ese momento -, logré amistarme con ella, quien como si hubiera sido la víctima, tuvo el descaro de hacerse la difícil. Lo bueno de la reconciliación fue que E.V.L actuaba como si nada hubiera pasado y me trataba con esa coquetería de las primeras noches de nuestras pláticas. Me presentó a su hermana, quien por pura casualidad tenía el mismo nombre que la mía (y para colmo la misma edad), y yo le revelé mi faceta de escritor, con la cual quedó maravillada y me pidió que le enviase algunas de mis obras para que pudiera leerlas durante la noche.

A la mañana siguiente, E.V.L me despertó con varios mensajes en los cuales me halagaba por mi talento de escritor. No obstante, de entre todas mis obras me dijo que lo que más le gustaba era mi saga de tres libros de «ZZ A.R» y que esperaba una cuarta entrega. Le agradecí por sus palabras y comentarios y me dispuse a alistarme para ir a la universidad. Justo ese día tocaba el curso de Realidad Nacional con la profesora más joven y dulce del ciclo, y también con E.V.L y su grupo de amigas que al parecer no sabían nada de lo que pasaba entre ella y yo.

Realidad Nacional era el único curso que me tocaba solo con E.V.L y no con Fabiola ni con la señora Yeni – porque ellas se habían inscrito con otra profesora -, quienes no sabían nada de mi plan de venganza y creían que estaba en esa etapa de superación que todo corazón roto pasa (o mejor dicho, solo unos cuantos valientes que tienen los cojones o los ovarios de no volver con el o la ex) . Sin embargo, en aquella clase, si bien no continuamos con la cursilería de las notitas, nos la pasamos mirándonos de vez en cuando como si uno no pudiera estar tranquilo sin la existencia del otro. Francamente aquello me parecía aburrido. Yo quería acción, acercamiento, besos y caricias, los cuales eran necesarios para que mi venganza se logre con éxito, así que esa misma tarde se lo pedí aunque con palabras suaves y sobre todo convincentes.

Al principio E.V.L no quería que tuviéramos siquiera un acercamiento porque alegaba la misma huevada de que no solía tratar mucho con hombres, además agregaba que si nuestros compañeros nos veían así pues comenzarían a rumorar y esos rumores podrían llegar a los oídos de su enamorado en cualquier momento. Yo por mi parte – tomando el papel de amante – le escribí que si en verdad nos gustábamos debíamos lograr el acercamiento, puesto que no tendría nada de malo, y que para evitar cualquier tipo de habladurías lo mejor era hacerlo en ocasiones donde nadie pueda vernos como por ejemplo; las salidas al baño.

A E.V.L parecía gustarle la idea, así que aceptó y eso fue lo que hicimos desde el miércoles hasta el viernes. La primera vez fue durante la clase de Emprendedorismo – ya pasado el receso -, cuando me levanté de mi asiento y le pedí permiso al profesor para ir a los servicios higiénicos. Al momento de salir miré a E.V.L y ella supo qué hacer. Me detuve en el pasillo y al poco tiempo salió ella. Nos pusimos frente a frente, cruzamos las miradas y por un momento no supimos qué hacer. Resultará extraño – debido a que en ese tiempo solo pensaba en la venganza -, pero me volví a perder en los abismos de sus ojos oscuros y en las colinas de su pecho que estaban cerca de mí y parecían de una textura suave aunque todavía no las había tocado. Escuché su voz relajante que decía mi nombre mientras sus labios finos se arqueaban en una sonrisa. Tomé sus manos suaves y aunque en ese entonces no era sensible a su olor agradable y adictivo, la llevé hacia mí para darle un fuerte abrazo.

Repetimos la experiencia varias veces hasta la salida, aunque ya no solamente nos dábamos abracitos, sino que también platicábamos en el balcón y fue en una de esas que me confesó su amor por la Coca Cola y me repitió sus halagos sobre mis obras, añadiendo además su deseo de figurar como personaje en alguno de mis futuros libros. Supuestamente nadie debía darse cuenta de lo que estaba pasando, pero Fabiola y la señora Yeni eran muy observadoras y sabían que las continuas salidas al baño de E.V.L y mías no eran pura coincidencia. A la hora de salida, mientras ellas y yo nos disponíamos a bajar por las escaleras del pabellón «E», Fabiola no pudo más y me preguntó – apuntando directamente a la yugular – si seguía viéndome con E.V.L. Su tono de voz no era amical como siempre la había escuchado. Primero respondí negándolo todo, pero en vista de que se trataba de mi mejor amiga confesé la verdad y le dije que sí, pero que se trataba de una venganza por lo que me había hecho. No sé si me creyeron o no, solo vi la expresión en sus rostros que querían decir algo como «Otra vez la va a cagar este huevón.»

Los viernes no me tocaba curso con E.V.L puesto que ella tenía doble turno los lunes y por tal motivo se le otorgaba un día libre a la semana. Sin embargo, eso no impedía que chateáramos mientras yo estaba en clase y en la tarde por WhatsApp, donde me contaba lo que hacía en su casa. El fin de semana nos la pasamos conversando sobre mi saga «ZZ A.R», la cual – como dije antes – le había fascinado, pero no supe cuánto hasta que insinuó que quería venir a mi casa para representar algunas escenas que estaban cargadas de besos y momentos románticos. Eso me llamó la atención y consideraba su visita como propicia para llevar a cabo la parte final de mi venganza, por lo que le escribí las indicaciones pertinentes para que pudiera llegar a la casa donde vivía en aquel entonces. E.V.L parecía entender la guía hasta cierto punto, pero luego le pareció todo un laberinto y prefirió desistir a pesar de mi insistencia. Aún no era el momento culmen de mi revancha, pero ya estábamos muy cerca.

El día lunes la clase de Redacción Universitaria se vio interrumpida brevemente por la visita del encargado de la carrera de Negocios Internacionales, el Dr. Zavaleta, quien recorría los salones informando a los estudiantes sobre una importante charla que se daría en la tarde, exactamente a las 6:30 pm, en el auditorio general de la universidad, la cual se ubicaba en la planta baja del pabellón «E». Decía que la charla era muy importante para nosotros y que se nos entregaría un certificado por nuestra asistencia. La mayoría se mostró interesada, nomás bastaba escuchar los murmullos tras la salida de la autoridad para darse cuenta. Le pregunté a Fabiola y a la señora Yeni si asistirán a tal evento, pero me respondieron que no porque estarían ocupadas en sus asuntos individuales. El tema que se trataría en la charla – el cual no recuerdo bien – me parecía muy interesante y estaba dispuesto a ir si mi compañera Naomi no me hubiera pedido que la ayude con el avance de su monografía sobre la publicidad a cambio de una remuneración.

A eso de las 4:30 pm, E.V.L me escribió por WhatsApp preguntando desde la universidad si iría a la charla. Yo en ese preciso momento me encontraba frente al ordenador realizando el avance que me pidieron, así que le contesté que no iba a asistir porque estaba ocupado. E.V.L trató de convencerme diciendo que aquel evento era importante para nuestra carrera, que debíamos acumular certificados y que incluso ella me ayudaría con lo que tenía que hacer hasta que comenzara la charla. En conclusión, logró persuadirme y en el acto guardé el trabajo en un USB, apagué la computadora y me alisté para ir a la universidad.

Cuando apenas llegué se lo notifiqué a E.V.L y ella me indicó que se encontraba en la biblioteca. Me dirigí hacia allá y la encontré en la entrada. Nos saludamos con sonrisas y con un beso en la mejilla e ingresamos al establecimiento donde ella solicitó una computadora para ayudarme con el trabajo. No recuerdo qué número de máquina nos tocó, pero se hallaba dentro de la fila de ordenadores frente a la puerta de entrada y salida. Le ofrecí asiento, pero ella optó por cedérmelo porque decía que estaba cansada de estar sentada todo el tiempo – no era para menos, si ese día justo le tocaba doble turno -. Me acuerdo que apenas ella escribió tres líneas y de repente me propuso irnos a un mejor lugar. Yo dentro de mí decía: «¿Es en serio?» porque E.V.L se había ofrecido ayudarme con tal de que yo asista a la charla y no podía creer que prácticamente se aburriera tan rápido. No obstante, acepté su propuesta y salimos de la biblioteca.

E.V.L me hizo seguirla hasta el pabellón «I», el cual estaba próximo a la biblioteca y conectado al pabellón «D» aunque no estuviera terminado del todo. No estoy seguro si en aquel entonces se encontraba allí la Pre de la universidad, pero lo cierto era que ella caminaba mirando a todos lados como huyendo de alguien. Subimos alrededor de cuatro o cinco pisos y nos perdimos en los oscuros y silenciosos pasillos del edificio recién construido, mas E.V.L no se sentía segura y mirando para todos lados cruzó el puente metálico hacia el pabellón «D», el cual también se hallaba sin mucho alumnado. Caminamos casi juntos y parecía que en aquel lugar íbamos a estar tranquilos, hasta que de pronto ella se dio cuenta que alguien nos veía y me pidió que la siguiera mientras descendía rápidamente por las escaleras hasta el cuarto piso.

Allí solo encontramos a una profesora, quien se retiró luego de que la saludáramos, y nos detuvimos a conversar en el balcón con vista a la pileta de la universidad hasta que de tantos abrazos que nos dábamos en pleno clímax del ocaso, decidí acercarme más a ella y acariciar suavemente su rostro para luego cerrar los ojos y besar sus labios finos. Fue mi primer ósculo después de varios años de soledad y sentí que me refrescaba como un bosque después de una larga sequía. Ambos abrimos los ojos y nos estuvimos diciendo cosas con la mirada, hablando en ese idioma extraño que utilizan los amantes clandestinos en el lado oculto del mundo. No me di cuenta que los labios de E.V.L contenían licor adictivo hasta que sentí la necesidad de besarla de nuevo.

Sin embargo, la verdadera droga de su cuerpo la descubrí justo cuando besaba su cuello, exactamente en la frontera con la selva de su cabellera lacia y oscura con puntas doradas que parecían incendiarse con el color del sol moribundo. Era indescriptible pero delicioso el olor que brotaba de esa zona, el cual despertaba en mí a una fiera dormida que aceleraba el ritmo de mi respiración y hacía que mis manos escalen las gloriosas colinas de su pecho, sintiéndolas suaves y calientes como las dunas de un desierto. Las amasé suavemente cual panadero que prepara los mejores panes del día y fue entonces que un leve sonido de placer quebró al silencio de suspiros y agitaciones como a una copa llena de vino. Enloquecí.

Nos alejamos del balcón y me convertí en un beduino sediento que vagaba por un paisaje femenino árido en busca del oasis de su cuerpo que en cuyas aguas diáfanas me devolviera la calma. Mis manos descendían de la cima de las colinas de su pecho y seguían el camino del mapa que nadie dibujó pero que yo veía con los ojos cerrados. Bajé lo más que pude y detecté la tierra prometida por encima de su ropa. Tuve que cerciorarme si estaba en el lugar correcto, por lo que desabotoné su pantalón jean y con mi mano derecha tuve que escarbar en el oasis para hallar las aguas diáfanas que saciaran mi sed. Mientras lo hacía a E.V.L le costaba contener sus sonidos de placer. Podríamos ser descubiertos en cualquier momento.

Sin embargo, el temor no nos detuvo y al humedecer mis dedos en las aguas diáfanas me di cuenta que había encontrado al oasis que tanto buscaba, así que me coloqué detrás de ella, sostuve su cintura – no sin antes tocar sus lomas gemelas y de tamaño respetable – y luego de prepararme la incliné y me perdí lentamente dentro de ella, quien se cubría la boca para no estallar. Fue en ese preciso momento que oficialmente me convertí en el antagonista de las historias de amor, en el virus que aprovecha los huecos de una relación para ingresar y destruir, en el enemigo de los «para siempre», en el amante.

Las colinas del pecho de E.V.L se sacudían por el sismo de placer de aquel momento y mis manos se aferraban a las lianas de su cabellera. Era la primera vez que tenía una experiencia así de extrema y sentía a la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo. No sé cuánto duramos haciéndolo, pero lo cierto es que fuimos interrumpidos por el sonido de pisadas que se hacía cada vez más intenso mientras se aproximaba. E.V.L y yo nos separamos y nos arreglamos para que nadie nos viera. Me fijé la hora en mi teléfono celular y eran las 7:00 pm; la charla ya había comenzado. No obstante, yo quería seguirla y le dije a ella para salir de la universidad e irnos a un lugar privado, pero ya no quiso y juntos nos dirigimos al auditorio general para asistir al evento, aunque ella estuvo siempre mirando para todos lados en todo el camino, huyendo de su enamorado.

Llegamos al auditorio general e ingresamos sigilosamente para no interrumpir a la ponente. Recorrí con la mirada todos los asientos y vi a varios de mis compañeros. E.V.L, por su parte, buscó rápidamente a su grupo de amigas y las encontró en la segunda fila del lado derecho. La seguí y nos sentamos junto a K.T.H y B.A.A, quienes no se mostraron incómodas por mi presencia. E.V.L sacó su cuaderno, un lapicero azul y, al ver que yo no había traído nada con qué apuntar las ideas principales, me regaló una hoja y me prestó un lapicero negro.

Los temas que trataban los ponentes llamaban mucho la atención, pero E.V.L solo murmuraba que estaba aburrida, que ya no quería estar sentada, y si no se quejaba simplemente suspiraba con el codo derecho sobre la rodilla y los dedos cerca de la boca. Así estuvo un buen rato hasta que de tanto verme tomar nota se ofreció a escribir por mí. Le di las gracias con una sonrisa y extendí mi brazo izquierdo sobre sus hombros. Todo iba marchando bien, pero ese bienestar llegó a su fin más temprano que tarde y de forma inesperada ¿Cómo? Déjenme que se los cuente en el siguiente párrafo.

Resulta que cuando la charla terminó luego de que el Dr. Zavaleta comunicara que los certificados estarían listos a partir del día siguiente y que podríamos recogerlos en su oficina – cosa que nunca hice -, todos los asistentes salimos de manera desordenada del auditorio y E.V.L perdió de vista a sus amigas, quedándose solo conmigo. Entonces yo pretendía acompañarla a salir de la universidad y subir hasta su paradero, de ser posible, para que aborde el bus para su casa tranquilamente, pero a ella no sé qué demonio se le metió que comenzó a gritarme de la nada: «¡Ya aléjate de mí! ¡Ya me estás cansando!» No pude entender por qué esas palabras me cayeron como un baldazo de agua fría, pero de lo que debía estar contento por haber dado el gran paso en mi venganza, sentí el sabor amargo de la humillación.

Preferí no decir nada y simplemente seguí mi camino hacia la salida de la universidad. En el carro de retorno a mi casa traté de no sentirme mal por lo que me había dicho E.V.L y solo me puse a pensar en lo lejos que había llegado con el plan de venganza y lo rico que había sido aquel momento en el cuarto piso del pabellón «D». Apegué mi cabeza al vidrio de la ventana y mientras miraba las calles luchaba con ese dolor que pretendía remecer las ruinas de mi corazón roto. Cuando llegué a mi hogar saludé a mi madre y mientras cenaba abrí el WhatsApp para ver si E.V.L se encontraba en línea. Efectivamente lo estaba, así que – poseído por el espíritu de la estupidez pura y dura – no tuve peor idea que escribirle pensando que se disculparía conmigo, lo cual no sucedió.

Platicamos y le comenté acerca de lo concupiscente que había sido nuestra tarde, elogiando sus atributos femeninos, sus sonidos de placer y su oasis refrescante; sin embargo, ella solo se rió y se burló escribiendo: «¿A eso le llamas una tarde de placer?» Esa pregunta irónica golpeó mi ego porque si bien era cierto que en ese tiempo tenía muy poca experiencia sexual, estaba seguro que durante aquel combate lascivo había dado todo de mí. Dejé pasar varios minutos sin responderle y cuando lo hice fue porque había determinado que era propicio frenar su sarcasmo con el desenlace de mi venganza. Activé el teclado y me acuerdo que le contesté: «Sabes, ya me cansaste. Eres una aburrida que se queja de todo y no me gustan las personas así. Ya no quiero tener nada contigo.» Esas palabras debieron ser para E.V.L como una bomba porque cuando apenas lo vio mandó un emoji de sorpresa y escribió que se sentía usada, que no pensaba que yo era de esos chicos que solo buscan acostarse con una mujer para luego abandonarla, y qué pasaría si ella saliera embarazada (cosa poco probable porque fuimos interrumpidos y por tal no había llegado al orgasmo dentro de ella). Yo – totalmente seguro de que no era el chico que E.V.L comenzaba a creer que era porque con ella solo ejecutaba mi plan de venganza – me limité a solo dejarla en visto y a fruncir el ceño al notar cómo empezaba a querer chantajearme emocionalmente diciendo que se iba a suicidar y que dejaría de estudiar porque si la abandonaba su vida carecía de sentido.

Me pareció verdaderamente estúpida su manera de aferrarse a mí y se lo hice saber, pero ella seguía y seguía con su cantaleta y al último no tuve más remedio que bloquearla. Aquella noche me acosté más temprano que de costumbre y, como siempre me cuesta dormir los primeros treinta minutos en la cama, decidí pasármela saboreando la victoria de mi venganza que – desde que fue concebida – consistía en lastimar a E.V.L dándole en lo que más le duele a toda mujer: hacerla sentir como si fuera un objeto sexual. No obstante, al poco rato me di cuenta que lo que había hecho carecía del sabor que quería disfrutar, pero aun así traté – a la fuerza – de sentirme satisfecho sin siquiera imaginar que algo inesperado estaría por ocurrirme ¿Fin de la historia? No tan rápido.

Para poder pasar a la tercera etapa de esta historia me es necesario hacer un breve paréntesis a fin de garantizar una mejor comprensión de lo que está por venir: A todas las chicas que he conocido desde mi experiencia con E.V.L les he dicho que hay dentro de mí un rincón oscuro de mi personalidad que no deben descubrir, una fiera que no deben despertar, una caja de Pandora que jamás debe ser abierta si alguien no es capaz de poder lidiar con las consecuencias; me refiero a mi lado lujurioso voraz ¿Pero qué tiene de malo la lascivia de una persona que se precisa de una regla para que no salga a la luz? Resulta que si una mujer activa mi lado lujurioso voraz, comenzaré a desarrollar toda clase de artimañas con la finalidad de llevarla a la cama, lo cual – lejos de saciar mi sed concupiscente -, generará una dependencia sexual que no terminará hasta el día en que me acueste con otra y suceda lo mismo. Puede que todo esto suene común, pero lo cierto es que esa dependencia es como si fuera una adicción, la cual hasta el día de hoy no ha encontrado una fuente estable porque otro de los efectos de este fenómeno es la deformación conceptual de la imagen de la persona que se reduce a una especie de esclava sexual incapaz de merecer cualquier tipo de sentimiento que no esté relacionado con la lascivia.

¿Y qué tiene que ver eso con la historia? Pues que hasta esa noche en la que abandoné a E.V.L no sabía de esa particularidad de mi forma de ser y recién me di cuenta de su existencia cuando desperté en la mañana y sentí la necesidad de pasear mis manos beduinas por las áridas colinas de su pecho mientras evocaba el momento en que lo hice. Por varios minutos me mostré ansioso, con ganas de escribirle a E.V.L y pedirle una cita en el hostal para la tarde, pero tenía que alistarme para ir a la universidad y por lo tanto debía controlarme. Además solo me quedaba mantenerme al margen porque ya la había mandado al diablo y tenía que mostrar orgullo, algo que no duró mucho tiempo.

Mientras iba en el carro para la universidad volvieron a acosarme las ganas de estar con ella, pero por fortuna supe controlarlas dentro de mí distrayéndome con cualquier cosa. Parecía como si estuviera luchando contra el virus de alguna terrible enfermedad dominante – como en las películas de zombies -, pero en sí estaba yendo en contra de una parte de mi naturaleza que recién estaba descubriendo. Cuando llegué al salón, E.V.L se encontraba en una de las filas de adelante junto a sus amigas. En toda la clase no volteó a mirarme en ningún momento, pero cuando la veía salir al baño la notaba con la mirada triste.

Al llegar el receso me acerqué a mi compañera Naomi para decirle que no pude hacer lo que me había pedido. Temía que me reclame porque el lunes próximo sería la entrega de los avances de las monografías, pero por suerte no lo hizo. Después salí del aula y fui a visitar – como de costumbre – a mis amigas al salón del costado. Las saludé y estuvimos platicando hasta que me preguntaron cómo me iba con E.V.L, a lo que respondí que ya me había vengado de ella y por consiguiente ya no teníamos nada entre los dos. Se sorprendieron por mi contestación y quisieron saber cómo lo había hecho, pero no di detalles.

Al culminar la media hora de refrigerio retorné a la clase de Realidad Nacional y me ubiqué en mi asiento a pesar de que la profesora todavía no llegaba. Al poco rato ingresaron al salón E.V.L y su grupo de amigas conversando entre risas, y después apareció la docente para continuar hablando del tema del día. En ningún momento vi a E.V.L voltear la mirada hacia mí y eso me parecía bien – pese a las ganas de estar con ella que reprimía cada cierto tiempo – porque significaba la separación definitiva después de un homicidio sentimental y una venganza. Sin embargo, el destino iba a demostrarme muy por las malas que yo estaba equivocado.

Pasaron varios días y las cosas siguieron igual, la relación de amantes con E.V.L prácticamente se había disuelto, pero no sucedía lo mismo con mi deseo de estar con ella, el cual se hacía cada vez más fuerte y me acosaba mañana, tarde y noche. Asimismo, muy para mi desgracia, comencé a sentir los «Efectos de la costumbre», ese extraño vacío que todos experimentamos cuando dejamos de conversar o ver a esa persona que considerábamos especial y llegan esas horas nostálgicas que inexorablemente son completadas con recuerdos en lugar de lo que se solía hacer habitualmente. No había tenido aquella sensación insulsa desde los dieciséis años y la verdad es que me parecía extraño que conviviera junto con los brotes de lascivia hasta el punto de casi mezclarse. Litros y litros de lujuria y «Efectos de la costumbre» contaminaban mis pensamientos como el petróleo al mar y empezaban a constituir una especie de amalgama que con cada día que pasaba iba tomando la forma de lo que tanto temía. Me estaba enamorando de E.V.L.

El tiro me había salido por la culata. La venganza que debía marcar el fin de mi historia con E.V.L derivó en una pausa a la espera de más de ella. Tomé las cadenas de la obsesión y me las até en las muñecas a voluntad. En una tarde de desesperación abrí el WhatsApp, desbloqueé a E.V.L y le mandé un mensaje que debía abrir el camino hacia la saciedad de mi sed, pero que en realidad estaba por conducirme al infierno. E.V.L no tardó mucho en contestar con un frío «Hola», y fue entonces que volví a hacer uso de mis técnicas persuasivas y calculadoras para normalizar mi vínculo con ella. Al principio se rehusó acusándome de haberla utilizado y agregó que si la hubiera mandado al diablo en persona me habría abofeteado, pero me disculpé y le  expliqué – por no decir que le mentí – que si la traté así fue por sus humillaciones y porque ese día se había comportado como una aburrida. Si bien es cierto que E.V.L no se disculpó por lo mal que me había tratado, lo que hizo fue alegar que aquel lunes solo quiso marcharse de la charla porque estaba cansada de estar sentada por un poco más de diez horas – debido al doble turno que le tocaba – y también pidió que no la juzgase si no había compartido varios momentos junto a ella en persona. Yo, lejos de exigirle disculpas por lo que me había hecho públicamente y de mantenerme firme en ello como lo hubiera hecho ahora, acepté sus explicaciones – idiotizado – y más bien convenimos en pasar más tiempo juntos en la universidad, en el único lugar donde su enamorado no nos vería desde las 7:30 am hasta el mediodía; en el segundo piso del pabellón «E». Fue en aquel preciso momento que la era dorada de nuestro romance clandestino y caótico dio comienzo.

Desde entonces se podría decir que perdimos la vergüenza porque ya no nos ocultábamos de la vista de los demás para estar juntos. Cada mañana que nos veíamos en el salón en la hora de entrada nos saludábamos con un breve beso en la boca, el cual podía ser solo un rápido ósculo de media luna si sus amigas o las mías se encontraban presentes. En clase ya ni me costaba abandonar mi asiento junto a los de mi grupo para ir a ubicarme cerca de ella, y en el receso solo nos dedicábamos a conversar en el aula si ella no bajaba al cafetín a comprar con sus amigas, quienes empezaban a acostumbrarse a mí a pesar de no tener siquiera la menor idea de lo que pasaba entre E.V.L y yo.

A Fabiola y a la señora Yeni les sorprendía que yo, quien nunca había demostrado obsesión por alguien, mostrara tal grado de dependencia a E.V.L cual alma solitaria que se aferra a las anfetaminas, y criticaban que actuara con ella como si su crimen sentimental y la venganza respectiva nunca hubiesen sucedido, mas yo estaba tan idiotizado por el perfume adictivo que emanaba de su cuerpo – que dicho sea de paso me provocaban ganas de poseerla – que hacía caso omiso a lo que decían. Solo recuerdo que Fabiola pensó en voz alta que no pensaba que yo fuera capaz de recoger lo que ya había echado a la basura. No me molesté por eso, pero me hallaba en la cúspide de mi etapa de huevón y aquello me hizo caer en uno de los peores errores que una persona enamorada puede cometer: alejarse de sus amigos por alguien.

No recuerdo muy bien el momento en que caí adicto al olor de E.V.L, si acaeció aquella misma tarde en la que me adentré en su oasis y chapuceé en sus aguas diáfanas o si en realidad era efecto de alguna pócima hechizante que ella habría vertido en los ponches de habas que me invitaba cada mañana según sus disponibilidades. Lo cierto era que cada que me acercaba a su cuello, a su cabello o si tan solo ella sacudía su oscura melena, se desprendía ese perfume que jamás había olido y que lejana e injustamente se asimilaba al aroma de algún shampoo. En todo el tiempo que duró nuestra época dorada nunca me atreví a preguntarle sobre el origen de su olor, sino más bien me dediqué a sentirlo y a permitir que mi organismo se acostumbre a ello como a una droga que me recompensaba con el deseo de estar con ella y saborear su cuerpo otra vez con la voracidad de un lobo. Era una de las cadenas que me ataba a ella y mantenía a mi lado lascivo en un estado de hiperactividad jamás experimentada por mí.

De la noche a la mañana me distancié de Fabiola y de la señora Yeni y poco a poco me fui insertando en el grupo de E.V.L conformado por B.A.A y K.T.H, su amiga de toda la vida. Todos los martes, en el curso de Realidad Nacional, me sentaba junto a ellas y contemplaba a E.V.L como quien observa detenidamente una pintura abstracta tratando de escudriñar sus más ocultos mensajes. Podía parecer hasta fastidioso, pero ella se había convertido en el centro de mi universo y por fortuna no volvió a humillarme como lo había hecho a la salida de la charla.

Es preciso acotar que había un puñado de cordura y de capacidad de juicio sobreviviente en alguna parte de mi mundo interno – que cada vez se asemejaba más a un adocenado escenario post apocalíptico contaminado por océanos de lujuria -, el cual hacía que me pregunte por las noches la razón por la cual E.V.L permanecía conmigo a pesar de las peleas que tuvimos. En primer lugar pensé que el motivo era de índole sexual, pero no podía ser cierto porque solo lo hicimos una vez y – a comparación mía – ella no se moría por repetir la ocasión continuamente. En segundo lugar supuse que era porque – como toda chica que se me acercaba – quería obtener beneficios académicos a cambio de hacerse la buenita y la cariñosa conmigo, no obstante, eso tampoco podía ser verdad porque desde que nos conocimos nunca me pidió que la ayude con alguna tarea o que le pase las respuestas de los exámenes, sino más bien hasta se ofrecía a tomar nota en mi lugar tal como lo había hecho durante la charla de aquella vez. Por último empecé a formular la hipótesis de que ella estaba enamorada de mí basándome en el hecho de que muchas veces era dadivosa conmigo y – cuando no tenía un solo centavo con el cual comprar siquiera un caramelo – no dudaba en invitarme lo que había comprado u optar por ir a la dispensadora de alimentos para obtener la golosina que quería, pero esa suposición no podía ser verdadera porque tenía enamorado y no parecía que su relación se fuese a acabar, además cada vez que le decía o le escribía que la amaba, ella pedía que no dijera eso porque – según sus palabras – el amor es un sentimiento fuerte que no debía ser tomado a la ligera. En total, jamás comprendí la causa del acercamiento de E.V.L hacia mí y su obstinación por quedarse conmigo a pesar de los oscuros momentos que habíamos vivido (digo jamás porque hasta el día de hoy desconozco el motivo).

Transcurrieron varias semanas y E.V.L y yo continuábamos con nuestra edad dorada de amantes. Nada parecía perturbar nuestro “paraíso clandestino” y eso permitía que me siga haciendo cada vez más adicto a su perfume y me sea más difícil controlar mis deseos de poseerla. Un día, mientras estábamos en clase, ingresó al aula el encargo de la carrera, el Dr. Zavaleta, quien informó a todos que un profesor estaba organizando una visita de estudios al prestigioso hotel JW Marriott, ubicado en el distrito de Miraflores, cerca al exclusivo centro comercial Larcomar, donde participaríamos en una charla sobre Etiqueta amén de una cena especial; todo a cambio de un pago mínimo que se tenía que hacer directamente a la cuenta bancaria del docente para que separe las vacantes. Cuando E.V.L escuchó que el evento se llevaría a cabo en la tarde del treinta de noviembre se emocionó porque justo ese día era su cumpleaños y tenía la oportunidad de pasarlo al lado de sus amigas, quienes se mostraban seguras de poder asistir a dicha visita. Todavía recuerdo el brillo de sus ojos en aquel momento, sobre todo cuando me preguntó si iría también. Yo respondí que sí porque el precio no era tan caro – creo que era algo de diez soles – y porque una leve voz decía dentro de mí que sería otra tarde de hechos inolvidables.

A los pocos días del anuncio hice el pago respectivo para ser partícipe de la visita al hotel JW Marriott, pero casi iba a ser en vano si no le enviaba al profesor organizador una foto del voucher por WhatsApp. Afortunadamente E.V.L me lo recordó – aunque pensaba que ya lo había hecho – y se ofreció a mandarle la captura porque ella sí tenía el número del docente. Durante la tarde del domingo veintinueve de noviembre estuve pensativo en el interior de mi cuarto de estudio porque no sabía qué regalarle a E.V.L por su onomástico. De nuevo la voz de la cordura y de la razón trató – con mucho esfuerzo – de imponerse por lo menos un instante para sugerirme que no le diera nada, que para eso estaba su enamorado, pero si apenas podía escuchar esa voz era porque había una más fuerte que gritaba que le otorgara una caja de chocolates por la bella etapa que estábamos viviendo, así que – como estaba tan idiotizado y nunca me cansaré de resaltarlo – cogí el poco dinero que tenía guardado en una cajita y salí de mi casa hacia el mercado para comprar el regalo, el cual – por algún extraño motivo – no me pareció suficiente para ella, por lo que también compré una botella personal de Coca Cola que de ley le iba a gustar.

Al día siguiente, en su cumpleaños, no recuerdo por qué no pude saludarla ni darle sus regalos temprano en la mañana, pero lo que sí me acuerdo es que en el receso subimos hasta el cuarto piso del pabellón «E» para todo ello. Nos ocultamos de las cámaras de seguridad y la abracé fuertemente para felicitarla, lo cual hizo que repire su olor por varios segundos y en consecuencia la bese con mucha pasión. Tal vez pudimos llegar a más – bastaba ver cómo mis manos deseaban tocar su cuerpo -, pero justo habían grupos de condiscípulos merodeando por el pasillo que impedían que se repitiera la experiencia de aquella tarde en el pabellón «D», así que después del ósculo solo le di la caja de chocolates y la botella de Coca Cola, los cuales, tal como lo sospechaba, le gustaron mucho.

Ya por la tarde, mientras me alistaba y me vestía con mi terno, escuchaba dos canciones de System Of A Down que recién había descubierto y que actualmente, cada que las reproduzco, me hacen evocar los momentos vividos en esa tarde y esa noche pese a que no son nada románticas: «Chop Suey» y «Lonely day«. Acto seguido, me dirigí hacia la avenida, abordé el bus de la 73 A y viajé hacia el distrito de Miraflores, donde se encuentra el prestigioso hotel JW Marriott. Bajé a una cuadra de Larcomar – siguiendo las instrucciones de mi padre – y al levantar la mirada no vi el edificio del hotel, sino más bien un conjunto de edificaciones y árboles que armaban el paisaje miraflorino y que me hicieron dudar, ergo le pregunté al vendedor de una bodega a qué distancia de mi destino me encontraba y él me guió amablemente.

Cuando arribé todavía faltaban minutos para las 6:00 pm (hora del evento), por lo que caminé por las afueras del edificio e incluso tuve tiempo de cruzar hacia el malecón del frente, cuyo encanto se veía opacado por el cielo gris y los vientos fríos. Justo cuando me disponía a sentarme en una de las bancas vi que una señorita de robusta figura, el cabello amarrado y vestimenta formal, se aproximaba al hotel junto a una señora no tan mayor; no tardé mucho en darme cuenta de que era B.A.A, una de las amigas de E.V.L a quien yo no conocía muy bien a pesar de ser casi integrante oficial de su grupo, pero con quien podría sostener al menos unos minutos de conversación.

Crucé de nuevo hacia el hotel y, disimulando no haberla visto, caminé hacia ella. Cuando apenas me vio, se acercó a mí y nos saludamos con un beso en la mejilla. Me presentó a su madre, quien la había traído y que al ver que su hija ya no se encontraba sola, resolvió por despedirse y retirarse. Al poco rato B.A.A y yo nos dimos cuenta que ya eran las 6:00 pm, pero no vimos aparecer a ninguno de nuestros compañeros, ni siquiera al docente organizador, por ende decidimos ingresar al edificio a ver si alguno de ellos se hallaba adentro. Le preguntamos por el evento a un señor que era parte del personal administrativo del JW Marriott y nos respondió – luego de verificar si nuestros nombres se encontraban escritos en su registro – que la mesa para ello se encontraba varios pisos arriba.

Caminamos hacia el ascensor, el cual tenía la apariencia de una habitación, y subimos hacia el piso del evento. Nosotros imaginábamos que la charla sería en una especie de aula o auditorio – puesto que el objetivo era aprender Etiqueta -, pero grande fue nuestra sorpresa al ver varias mesas juntas cubiertas por un largo mantel púrpura, el cual llevaba encima servilletas dobladas debidamente para cada asiento, platos, cubiertos y copas; todo en un ambiente rodeado de ventanas con vista al malecón y adornos navideños pese a que recién íbamos a entrar al mes de diciembre. Saludamos al profesor organizador y nos sentamos frente a frente para comentar que no teníamos idea de que la visita era en realidad un buffet (por la gran variedad de comidas, aperitivos y golosinas que vimos antes de llegar a las mesas). Estábamos emocionados.

Transcurrieron varios minutos y condiscípulos de otros ciclos de la carrera arribaron a la mesa mientras B.A.A se tomaba varias fotos con su teléfono celular. Un camarero con una botella de champaña en la mano comenzó a servirnos. Eran las 6:10 pm y E.V.L aún no venía, ni siquiera Fabiola ni la señora Yeni, de quienes no sabía si se habían inscrito para aquella visita. Bebí un poco de ese licor dorado, frío y delicioso para amenizar la espera, luego le pregunté a B.A.A por E.V.L y me contestó que vendría de la universidad junto a K.T.H, su mejor amiga. Recordé que justo ese día tenía doble turno.

A eso de las 6:30 recién llegó E.V.L junto a K.T.H; las dos vestidas formalmente aunque la primera llevaba falda y la segunda pantalón. Nos saludamos con besos en la mejilla y de media luna – solo para E.V.L – y se sentaron a los costados de B.A.A. Me ubiqué frente a la entonces dueña de mis sentimientos y de mis deseos sexuales, y empezamos a platicar mientras nuestras miradas sonreían al conectarse. Media hora después, todos los que nos inscribimos ya nos encontrábamos presentes en el evento y el buffet dio comienzo. E.V.L y yo dejamos a B.A.A y a K.T.H por su lado y con nuestros platos en la mano nos dispusimos a servirnos cuanta comida cupiera en aquellos círculos pulcros hechos de loza. Yo estaba maravillado porque jamás había sido partícipe de un buffet y me sentía en el paraíso de la comida con tantos potajes, helados e incluso una pequeña pileta de chocolate en el que bañamos nuestros malvaviscos. A E.V.L, por su parte, le debió parecer la mejor cena de cumpleaños de su vida porque también se mostraba fascinada y ambos compartíamos ese sentimiento de encanto con risas y juegos como mancharnos los labios el uno al otro para luego besarnos sin que sus amigas ni el profesor nos viera.

Una vez que regresamos a nuestros asientos luego de habernos servido algo para comer, el camarero, de vestimenta elegante, volvió a servirnos champaña helada. E.V.L y yo levantamos nuestras copas y estuvimos a punto de brindar por la noche maravillosa que estábamos teniendo sino fuera porque justo pasaba una pareja de profesores que comenzó a dar consejos de Etiqueta sobre cómo abotonar adecuadamente el saco del terno, cómo doblar correctamente la servilleta, cómo colocar los cubiertos sobre el plato debidamente al terminar la comida y otras cosas más que ya escaparon de mi memoria. Cuando se marcharon reanudamos el brindis y entonces supe que a ella no le gustaba la champaña porque puso una cara de desagrado cuando lo probó.

Le insistí aun ofreciéndome a darle de beber con cucharita – por joda por supuesto -, pero no aceptó y terminé tomándome todo el contenido de su copa. Me llamó «alcohólico» y luego me comentó que saliendo del hotel habría una pequeña reunión en su casa por su cumpleaños y hasta me invitó, pero le dije que no podía asistir porque mis padres no me permitían estar en la calle hasta altas horas de la noche, sobre todo en un distrito que no era el mío (llámame «niño sano», pero esa es una de las leyes de mi hogar y hasta ahora la respeto sin rechistar). K.T.H y B.A.A trataron de convencerme para que vaya, sin embargo, también estaba seguro de que iría Brayan, el enamorado de E.V.L y dos soles no podían brillar sobre un mismo cielo, o mejor dicho, dos perros no podían comer de un mismo plato; así que respondí que no.

Durante las dos o tres horas restantes del evento E.V.L y yo nos dedicamos a probar todo lo comestible que estaba a nuestro alcance, a reírnos y a jugar con el chocolate líquido. Finalmente, lo que hubiera sido el paraíso para cualquier glotón, terminó a las 10:00 pm; E.V.L, K.T.H, B.A.A y yo nos levantamos de la mesa y ellas se fueron los servicios higiénicos luego de tomarse selfies con el árbol de Navidad y con una estatua de Papa Noel de mediano tamaño. Obviamente no salí en esas fotos. Las esperé en la puerta del baño para mujeres y la primera en salir fue E.V.L, a quien me dio ganas de besarla apasionadamente y así lo hice tomando con una mano su cintura y antes de que aparecieran sus amigas. Una vez que salieron nos dirigimos al gran ascensor y descendimos hacia la planta baja para retirarnos. Me despedí de aquel grupo de chicas con besos en la mejilla y uno de media luna para E.V.L, y me dispuse a buscar un paradero para tomar un bus de la 73 A que me llevara a la avenida cercana a mi casa, pero justo cuando estaba a punto de terminar la cuadra escuché la voz de la entonces dueña de mis sentimientos y de mis deseos sexuales, la cual provenía de un automóvil blanco que se detuvo a mi costado.

“Ven, sube que ya es tarde como para que vayas en bus a tu casa.” Fueron las palabras de E.V.L, quien efectivamente se hallaba dentro del automóvil junto a sus amigas. K.T.H abrió la puerta y abordé con cierto recelo. Me acomodé en el asiento y E.V.L me explicó que el carro era de los padres de su mejor amiga, a quienes saludé y agradecí de antemano por llevarme. Ellos muy amables me preguntaron dónde vivía y les indiqué que por algún lugar del distrito de Chorrillos, así que fuimos hacia allá. Como la radio estaba encendida, comenzamos a platicar sobre los gustos musicales de cada uno, hasta que empezó a sonar una canción con la que siempre recuerdo aquel momento: “The shadow of the day” de la banda Linkin Park. Al final del viaje me dejaron en una avenida cercana a mi barrio, pero antes de bajar y despedirme quise pagar por el aventón, a lo que ellos se negaron y E.V.L quiso matarme. Di las gracias por el favor, me despedí de todos y bajé del auto para cruzar la pista y tomar una mototaxi que me lleve a mi casa. E.V.L y sus amigas esperaron a que yo me fuera para dirigirse al sur, precisamente a Villa El Salvador.

La mañana siguiente estaba plagada de exposiciones finales; todos debíamos hablar sobre los ensayos grupales que hicimos en todo el curso de Realidad Nacional y por tal motivo estábamos vestidos de manera formal. La mayoría de los grupos se encontraban reunidos, pero yo preferí quedarme en el grupo de B.A.A para poder así estar cerca de E.V.L, a quien contemplé en todo momento y con quien estuve comentando todo lo ocurrido durante la noche anterior junto a K.T.H. Hablaron del compartir de cumpleaños, pero no me dieron ni una tajada de torta. Debí parecer un tonto esperándolo hasta el receso.

El turno de exposición para mi grupo llegó apenas acabó el descanso. Todos ya se encontraban dentro del salón menos E.V.L y unos cuantos más, quienes solo pudieron ver cómo exponía y sobre todo cómo leía un pequeño poema que escribí sobre mi tema – que era el aborto -, desde las pequeñas ventanas de la puerta. La mayoría quedó sorprendida por aquella última parte de la presentación y recién se dieron cuenta de mi habilidad para construir versos, la cual adquirí a los doce años. La profesora también quedó maravillada y vi un brillo en los ojos oscuros de K.T.H similar al destello de las dos estrellas gigantes de la constelación de Orión, el cual me pareció haberlo visto hace meses en el iris de otra persona.

Ya por la tarde, mientras revisaba las últimas novedades de Facebook en la comodidad de mi cama, me topé con un video publicado por el E.V.L, el cual no me llamó la atención por ser el momento en que se apagan las luces y con el pastel sobre la mesa se canta el clásico “Happy birthday to you”, sino porque se vio al cornudo de su enamorado besándola de una forma tan cursi como si se tratara del final de una película romanticona. Me reí de él considerándolo ingenuo por amar a alguien que encontraba en mí lo que no en él, pero por dentro comencé a sentir de nuevo ese sin sabor que había experimentado la noche en que celebraba el término de mi venganza, aquella sensación extraña que solo es capaz de generar la cordura, a la cual volví a enterrar con la típica esperanza de todo amante primerizo o tonto; el sueño de que algún día ella terminaría con él para quedarse conmigo.

Los días siguientes no tuvimos oportunidades de poder conversar cara a cara en el salón debido a que estábamos ocupados con nuestros respectivos grupos por la semana de exposiciones por cierre de ciclo, pero sí pudimos mantener la comunicación por WhatsApp durante las tardes, en las cuales me animaba a escribir una historia donde apareciera ella o se ofrecía visitarme para representar algunas escenas de mi saga “ZZ A.R”, la cual le fascinaba. A la primera propuesta sí me negué porque los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina y por ende no podría concentrarme para la redacción de una nueva novela o guión; sin embargo, para lo segundo me mostré totalmente dispuesto ya que las probabilidades de que termináramos en un cuarto de hotel – haciendo lo que había empezado a gustarme – eran altas, pero por desgracia en Chorrillos no hay tres hoteles por cada cuadra como en distritos aledaños como San Juan de Miraflores o Villa El Salvador. Además, como sucedió la primera vez que le indiqué cómo llegar a mi casa de aquel entonces, E.V.L no comprendía ninguna de las referencias que yo le daba. Llegó martes por la tarde de la semana siguiente y no hubo ni nueva historia ni visita con desenlace sexual, sino más bien una mala noticia.

Las notificaciones de mensajes de WhatsApp no dejaban de sonar consecutivamente, así que abrí la aplicación y me di cuenta de que E.V.L me estaba escribiendo con desesperación para contarme que su hermana, quien tiene el mismo nombre que la mía, se había ido de su casa. Le ofrecí mi apoyo y le aconsejé que sus padres pusieran la denuncia respectiva, a lo cual ella me respondió que justamente ellos acababan de salir para hacerlo, aunque lejos de mantenerse unidos ante tan difícil situación, lo que hacía el progenitor era echarle la culpa a la madre por el accionar de la hija menor como si la responsabilidad de cuidarla recayera únicamente en ella.

Le pregunté a E.V.L si había algún motivo aparente por el que su hermana se habría escapado y ella me contestó que la presunta razón sería su enamorado, un chico que – según una foto que me envió – parecía todo menos una persona decente (el típico forajido con la que toda mujer adolescente y joven sueña creyendo que al besarlo este pasa a convertirse en una suerte de «Príncipe Azul»). Dentro de mí esperaba que no termine embarazada durante su estadía con ese sujeto y por fuera anhelaba estar cerca de E.V.L para abrazarla y hacerla sentir que no estaba sola en aquel terrible momento.

Al día siguiente, en el salón de clases, todos nos encontrábamos esperando el examen final del curso de Emprendedorismo, el cual daría comienzo a las 8:00 am. E.V.L se encontraba sentada atrás de mí y le pregunté si habían novedades acerca del paradero de su hermana, pero me respondió que no con toda la tristeza dibujada en el rostro. Debo admitir que se me partió el corazón al verla así y más todavía cuando vi lágrimas brotando de sus ojos y precipitándose sobre sus mejillas. Sequé su rostro con mis manos y con la mirada le dije que todo saldría bien. Se calmó, le invité un poco de la Coca Cola que había comprado antes de entrar a la universidad y nos alistamos para rendir la prueba final.

En el último lunes del ciclo se celebró un compartir de despedida después del examen final de Redacción Universitaria, el cual fue organizado por la profesora, quien le tenía mucho aprecio al salón. Cada uno llevó un bocadito y estábamos ansiosos por empezar a disfrutar, pero al finalizar la prueba E.V.L y su grupo se retiró del salón y yo como huevón las seguí. Las alcancé en las escaleras y le pregunté a E.V.L por qué se iban y me contestó que estaba de más quedarse, que era una pérdida de tiempo, además me invitó a irme con ellas pese a que la docente me conocía bien y al grupo que tenía junto a Fabiola y la señora Yeni (el cual llevaba por nombre «S.A.C»). Al principio lo dudé porque obviamente iba a quedar mal si me retiraba sin despedirme, además había salido con la excusa de que iba a ir al baño, pero al final mi afán de estar siempre al lado de E.V.L pudo más – como siempre – y salí de la universidad junto a ella y sus amigas.

Durante el martes por la mañana – que fue el último día de clases – solo unos pocos nos quedamos después del examen final para otro compartir de despedida, esta vez organizado por la profesora de Realidad Nacional, quien se había mostrado muy dulce a lo largo de todo el ciclo. Curiosamente, E.V.L y su grupo de amigas no tuvieron prisa en irse como el día anterior y hasta se tomaron la molestia de dejarme sus notas de recuerdo en una pequeña libreta que conservaba desde mi último año de Educación Secundaria. Me acuerdo que B.A.A me escribió algo genérico; exactamente lo que uno siempre dice en una despedida. K.T.H, por su parte, fue un poco más sincera y deseó que escribiera más poemas para que ella pudiera leerlos, y E.V.L escribió un mensaje que me costó mucho comprender. Actualmente no sé en dónde dejé aquel pequeño cuaderno.

Finalmente concluyó el ciclo y E.V.L y yo no pudimos vernos más en persona aunque normal seguíamos platicando por WhatsApp por las tardes y las noches. Me contaba que su familia no dejaba de pasarla mal por la ausencia de su hermana, pero pronto esos días oscuros llegaron a su fin para su fortuna, ya que la hija menor de los V.L apareció el veinte de diciembre totalmente sana, salva y sobre todo sin un niño en el vientre. Fue entonces que E.V.L recobró la tranquilidad y su sentido del humor. Por otro lado, me encontraba amicalmente casi solo, ya que permanecía totalmente alejado de la «S.A.C» desde que había culminado con mi venganza y solo conversaba por Messenger con mi mejor amigo Christian Dávila, a quien conozco desde el cuarto año de Secundaria y que hasta la actualidad radica en su país natal: Argentina.

Unas noches antes de la Navidad me tocó ir junto a mi padre y mi hermana a la casa de un tío abuelo (que en paz descanse hoy en día), el cual se encuentra en la frontera entre los distritos de Villa El Salvador y Lurín. La visita no era para nada un ameno encuentro familiar, sino más bien se debía a la misa por el aniversario del fallecimiento de mi bisabuela, cuya cena posterior había congregado a tantos hijos, yernos, nueras, sobrinos, nietos y bisnietos que de seguro muchos de ellos no se encontraban presentes cuando ella más los necesitaba (como siempre suele suceder). La idea de estar en el interior de una iglesia, en una atmósfera compuesta de incienso quemado, olor a flores y a madera no me resultaba nada agradable, puesto que soy satanista, pero como la situación lo requería, tuve que hacer un esfuerzo y ser cortés. No sabía cuán cerca me hallaba del barrio de E.V.L en ese momento hasta que ella me lo dijo – una vez que regresé a mi casa – cuando le conté a dónde había ido. Según ella era una oportunidad para vernos aunque sea unos minutos en persona.

El día previo a la Navidad y durante la Nochebuena la pasamos muy bien platicando por WhatsApp y comentando cómo se celebraba la fiesta en cada una de nuestras casas. Todo parecía indicar que nuestra época dorada sería eterna, pero como a toda historia “bonita” le llegó su trágico final. Sucedió durante la tarde del 25 de diciembre mientras conversábamos; no recuerdo muy bien el tema que estábamos abordando, pero supongo que trataba de convencerla para pasar una tarde junto con ella teniendo sexo en nombre del amor. Ella me decía que no podía por su enamorado, entonces le sugerí que lo dejara para que podamos “amarnos” con tranquilidad, ya que la duración de nuestra edad dorada estaba garantizando que lo nuestro podía funcionar como cualquier otra relación. E.V.L me confesó que había terminado con él y cuando lo leí sentí una gran emoción, la cual se desvaneció a los pocos segundos cuando agregó que a los pocos días volvieron. El corazón se me hizo añicos y la ira se hizo presente como nunca había ocurrido antes en una decepción amorosa. Enfurecido le pregunté por qué había regresado con él si tenía en mí una mejor opción y ella respondió que no podía dejarlo porque la había ayudado mucho anteriormente. No podía comprenderlo, se suponía que E.V.L y yo debíamos estar juntos una vez que su relación culmine, pero parecía que eso nunca iba a suceder porque había retomado su estúpida relación de mierda que se iba para los tres años.

Entonces aprendí que querer tumbar un amor de años era como atreverse a derribar una torre con un cohete, pero era pertinaz y quería quedarme con ella a toda costa. El diminuto lado de la cordura se lanzó hacia mí como una especie de salvavidas y con su voz floja me decía que no era nada segura una relación con ella, que si E.V.L tenía un amante estando con Brayan ¿Qué me garantizaba que no tuviera otro amante teniendo una historia de amor formal conmigo? La cordura tenía razón, pero estaba estúpidamente enamorado y cuando uno está estúpidamente enamorado jamás oye razones. Continuaba enfurecido y comencé a disparar palabras como proyectiles hacia ella, deseando que su vida fuese un infierno, lo cual la afectó enormemente y la hizo pedir que me detuviera, pero no lo hice y aun con una lluvia copiosa sobre mis mejillas seguí apuñalándola con frases que estaban lejos de ser consideradas como insultos, pero que dolían hasta los huesos. Traté de hacer que sienta lo que yo sentía, pero era obvio que no podía alcanzar la intensidad de la destrucción interna que había provocado en mí.

No había esperanza, ya no podía dormir pensando que tal vez al día siguiente ella podría darme la noticia de que ya se encontraba soltera y lista para mí, ya no. La conversación culminó en la juventud de la noche y el chat parecía un campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Yo estaba devastado y en mi cama se desataba un diluvio. Quería odiarla con toda mi alma por todo lo que me había hecho, pero no podía porque estaba estúpidamente enamorado y dentro, muy dentro de mí aún soñaba con estar con E.V.L sin ser solo un amante. Quizá nadie lo entienda, ni yo tampoco actualmente, pero por alguna puta razón encontraba placer en el infierno.

¿FIN?

AUTOR: Ariel Dom Trus

Escucha el soundtrack del libro aquí: https://www.youtube.com/watch?v=4XYtlUmQwLE El comentario de Chuck Schuldiner no tiene desperdicio.

¡También puedes encontrar la serie en Wattpad! Solo dale clic aquí: https://www.wattpad.com/713762950-memorias-de-un-amante-el-placer-del-infierno

2 comentarios sobre “«Memorias de un amante»

  1. The one thing more anticipated than the Oscars
    themselves was the actual show, mainly because hints shrouded in secrecy.
    With an all new host, a new production team, and no word on presenters, the Oscars
    show was putting itself right on the line to stay relevant.
    This little experiment will play many in what the Oscars will look like in years to come, depending on how the
    reviews go.

    Most sensual actor: Meal contains goes to Alan Rickman again, it will is really a tough cellphone.
    In Sense and Sensibility, with Kate Winslet, Rickman lacks enough
    room in the script for more information regarding his passion and intimacy but each word he speaks breathes
    sensuality. In Rasputin, Rickman plays a strangely soul-warped illiterate and debauched Russian peasant who becomes Empress Alexandria’s
    (Greta Scacchi) confidante and spiritual adviser.
    In the course of that part, he’s pleasing.

    Both the films Jennifer Lopez gets naked in were early in their own movie career and none of her nude scenes
    have negatively affected her career as she proceeded
    to go on to attempt over a dozen feature films since.

    M. Night Shyamalan Ideas for gifts #2: “Signs/The Village” DVD
    Two Load. Gift recipients will love settling set for the night
    with an M. Night Shyamalan double feature. “Signs,” starring Mel Gibson and joker123 can be a
    thrilling and emotional story of aliens, faith and
    the power of something like a strong your family. “The Village:” tells tale became media frenzy of a community that fears a strange and mythical creature inside the forest.
    The surprising twist at the finish of the movie made “The Village” an immediate classic.

    Starring William Hurt, Bryce Dallas Howard and joker android
    apk, “The Village” is just about the of D. Night Shyamalan’s most
    popular films.

    Despite several more acting jobs underneath the name Leaf, he did not enjoy they’re his
    brother River experienced, and he left acting and joined in Mexico for almost any short time
    with his father. A tragic event just what brought him back into the public caution. When his brother River fatally overdosed at the Viper Room, Joaquin was the one who called 911.

    Best Documentary – It’s really no surprise that Man on the Wire gets this model.
    It’s hard to beat a man walking on a tightrope from the twin towers, after virtually all.
    Bill Maher presents the award at the front of a tearful audience and
    calls forth the subject of religion (he didn’t get nominated for his film signing up with the tough subject), as well as can feel the
    tension on the audience from the television. Precise subject
    for the documentary, Philippe Petit, sprints on stage, does a magic trick, and balances the Oscar on his chin. Two thumbs up for that acceptance speech and lightening
    the composure!

    Most passionate and sensual non-love scenario.
    Jason Issacs portrayal of the blood-thirsty British
    dragoon who does battle with Mel Gibson in Patriot. In the scene when Isaacs has his helmet off to reveal waist length hair which explains caught unaware by
    Benjamin, I thought my heart would stop when he leaps
    up, grabs his weapons and goes into single handed combat.
    I must have rewound that scene a dozen times. But i am sucker for long
    haired guys.

    This looks like a team likely to regress a bit. Spezza’s numbers may drop a bit.
    I definitely don’t see Michalek scoring 35 goals again. Alfredsson and Gonchar
    are another year much more than. I don’t have a ton of
    faith in Anderson, although he should be decent, and they have Robin Lehner with you if things don’t go
    well. Considering they were about the eighth seed last season, falling from playoffs is definitely possible.
    I think they may have the ability to eke in again as one
    among the bottom seeds, however it will be solid.
    Karlsson can only do so much. http://www.salsafestival-chemnitz.de/index.php?option=com_easybook&Itemid=20&goto=google_news

    Me gusta

Deja un comentario